RENEGOCIACIÓN DEL ROL FAMILIAR EN LA JUBILACIÓN.

Autor: Javier Fz. de Troconiz

Nota: Esta entrada refleja la opinión de su autor. En ningún caso debe entenderse como la opinión formal de Secot-Álava.

La jubilación tiene un impacto considerable en la vida de cualquier persona. Sin embargo, no se prepara en consonancia con su importancia, a veces parece que se trata de salir “corriendo” de la actividad laboral que hasta entonces se ha desarrollado. El mero abandono de esta parece que es suficiente y que el alcanzar el nuevo estado, del que no tenemos referencias reales, es un logro en sí mismo. Hasta puede haber una idealización del nuevo “país” en el que se va a vivir el resto de la vida. En ese sentido el choque con la realidad de la jubilación puede ser eso, un choque. Del mismo se recupera uno, en la mayoría de los casos bastante razonablemente, pero la cuestión es que seguramente debiéramos habernos preparado, más (eso es seguro); y, mejor, probablemente también.

En este sentido uno de los choques puede tener que ver con el cambio del estatus familiar. En primer lugar, con la pareja. En las generaciones que acceden ahora a la jubilación todavía hay un porcentaje significativo de mujeres que se han dedicado a los hijos y la casa. En esa especialización, ya obsoleta en las modernas generaciones, el marido conseguía el dinero del trabajo externo, y la mujer trabajaba en casa. La maternidad, educación y cuidado de los hijos, a veces también de los padres, le llevaron una parte importante de su tiempo. Por extensión se era/es la directora de la casa, organizando todas las actividades domésticas, recordar que vivimos en una sociedad bastante matriarcal. Se da la paradoja de que la mujer es la jefa y tiene amplios poderes para desarrollar sus tareas, el marido en cambio está en su empresa integrado en una estructura jerárquica en la que ocupa un lugar determinado.

La jubilación del marido conlleva que tiene tiempo libre, la mujer sigue con sus obligaciones domésticas; y esto suele suceder, aunque trabaje fuera. Como se suele oír “no nos jubilamos nunca”.

Esta nueva situación debe llevar a eso que hemos llamado, LA RENEGOCIACIÓN DEL ROL FAMILIAR. El papel de cada uno de los miembros de la pareja se definió, hace muchos años, en función de las obligaciones laborales externas, al cesar estas hay que plantearse de nuevo la situación, eso es la RENEGOCIACIÓN. Afecta a ambos, tienen que pactar como afrontar el futuro, buscando una situación placentera para ambos. Hay muchas historias jocosas sobre el impacto del jubilado y de su pareja.

El jubilado que, liberado de madrugar, pretende quedarse, en su primer día, en la cama más tiempo y que se encuentra que, aspirador en mano, la mujer le abre persianas y ventanas y le dice que hay que adecentar la habitación. ¡que chasco! En sentido contrario la mujer que ha puesto sus expectativas en que el marido va a cooperar en las tareas de casa y tener tiempo libre, y que se encuentra con que tiene que requerir esa ayuda día a día y caso a caso. En el mejor de los casos se encuentra con un chico de los recados ¡que tristeza!

Esa renegociación implica afrontar la vida, todavía larga y prometedora, puesto que hoy en días se llega en buenas condiciones a la jubilación, en común. Ahora es un proyecto de pareja, los dos disponen de tiempo, y además es para ellos. Ambos son los jefes de sus vidas y de su casa, y en un plano de igualdad deben decidir que tareas comparten cuales caen del lado de uno y del otro, en función de sus habilidades; si uno no sabe cocinar mejor que no hagan la comida en turnos; igual hay que hacer un curso de cocina, ¿Por qué no?

También se puede ceder el mando a uno de ellos, igual hay una inercia difícil de cambiar, pero sería deseable, alcanzar la igualdad efectiva. Uno/una no tiene que tener toda la responsabilidad y el otro/otra ayudarle. De hecho, funciona, pero no sería lo deseable, si de verdad creemos en la igualdad.

También hay que negociar las actividades, sobre todo externas, cuales de ellas son individuales y cuales en pareja. La jubilación no produce milagros, si dos personas se han evitado en la esfera social, deportiva, cultural, durante la vida laboral externa de uno de ellos, o de los dos, no se van a encontrar en la jubilación. Pero ambos deben cultivar sus aficiones, amistades, etc., y definir el rango de las individuales y de las compartidas en pareja.

Por extensión la renegociación puede alcanzar a hijos, más bien a nietos. Hoy en día nuestros hijos tiran de los padres para el cuidado de sus hijos, o sea nietos. Algunos hijos pueden estar esperando la jubilación como la oportunidad de disponer de asistentes, cuidadores, recadistas; sobre todo en relación con los queridos nietos. También eso hay que negociarlo, si se hace desde un plano de igualdad mejor. Nada tan gratificante como asistir y ayudar al desarrollo y educación de una personita, y si es nieto supergratificante. Pero ojo al planteamiento de “ya que no tienes nada que hacer, lleva, trae, cuida, … de tu nieto”. No es equitativo. Hay que buscar una solución ganar/ganar, ambas partes se benefician de la solución y están contentos con ella. De lo contrario se puede caer en una relación perversa, interesada y poco gratificante.

En fin, la jubilación nos brinda la oportunidad de pensar en todas estas cosas y afrontar el resto de nuestras vidas, que todavía son largas, al menos hasta que los procesos de envejecimiento nos vayan diezmando. Pero falta mucho para eso.