El pasado día 27 de Junio, los Socios de la Delegación de SECOT Álava tuvimos la ocasión de disfrutar de una nueva jornada lúdica de convivencia, para celebrar la finalización del curso 2018-19.
Siguiendo la costumbre de ir conociendo nuestra provincia, esta vez elegimos la Llanada alavesa. Empezamos realizando un pequeño paseo por los árboles centenarios de Munain. Como el día se presentaba muy caluroso, nos contentamos con llegar a la campa donde reposan la mayoría de los bellos y gruesos árboles de más de 500 años de antigüedad, sin completar el paseo circular que nos hubiese llevado hasta el cercano pueblo de Ocáriz. Tras un camino, perfectamente señalizado, de 3 kilómetros, se presentaron ante nosotros unos ejemplares de gran envergadura. Un pequeño bosquecillo de árboles centenarios que alberga una gran cantidad de fauna casi microscópica y que es única, al tratarse de seres vicos que sólo habitan en ese ambiente de madera envejecida.
De regreso al aparcamiento junto a la fábrica de quesos y con gran pena de no poder pasar un rato para saborear esos productos lácteos, nos dirigimos al pueblo de Araia. La cercanía de la festividad de San Pedro, patrono del pueblo, hizo que se respirase un ambiente festivo. Nos dirigimos a la casa del parque-museo de los Ajuria-Urigoitia y allí nos esperaba un simpático Kepa Gordejuela, que nos proporcionó información detallada de la historia de esa industria a lo largo de los años. Imitando al mitxarro, animalillo de la zona que sirve de símbolo de la casa, nos fue explicando los pormenores de lo que en sus tiempos fue una gran industria de producción energética. Pudimos observar los sistemas de acarreo de mineral desde la montañas cercanas a la planta y coincidimos todos en lo que esas instalaciones podían llegar a ser, con un a ayuda mayor por parte de las Instituciones.
Un txakolí fresquito en el bar Umandi, junto al arco de piedra que se encuentra en la trasera de la iglesia y que nos proporcionó el marco perfecto para inmortalizar el momento en una fotografía de grupo, sirvió de prólogo a la rica comida que pudimos degustar en el caserío Marutegi. Ver vídeo
El bueno de Diego nos ofreció sus sabrosos platos y salimos todos encantados. Y eso que el calor apretaba de lo lindo cuando fuimos a recoger los coches del aparcamiento. Apenas pudimos contemplar la pendiente que lleva hasta las ruinas del viejo castillo, vigía del restaurante.
Antes de regresar a Vitoria-Gasteiz, teníamos una visita obligada al museo en el Palacio de los Lazarraga, en Zalduendo. Pudimos contemplar todos los personajes que cobran vida en la época del carnaval. Markitos, el viejo y la vieja, el hombre de paja y otros más, sonreían al vernos pasar junto a ellos. Nos maravillamos observando las pinturas de las paredes y las páginas de los libros expuestos en las vitrinas. Una reproducción de una cocina vieja y habitaciones al estilo de cómo vivían en tiempos remotos en un palacio de esas características sirvieron como colofón para poner fin a una jornada donde disfrutamos y nos relajamos de las labores realizadas durante el curso.
Con las fuerzas repuestas, nos despedimos hasta primeros septiembre, con la intención de iniciar otro esperanzador curso, lleno de sorpresas y tareas que nos llenarán de satisfacción.
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